15 de agosto de 2007

GRECIA: ATENAS E ISLAS GRIEGAS
¿Vale TANTO la pena?

Primera parte

Grecia es para muchos un destino de ensueños. Para mí, era sólo una cuenta pendiente. Había recorrido ya casi toda la Europa que, de momento, me interesaba, sin haber prestado jamás atención a Grecia. ¿Mi excusa para no ir? Era un destino demasiado caro, al que sólo veía interesante ir durante el verano, época del año en la que encuentro absurdo y desaconsejable viajar. Luego de llegar de Tailandia, y obligada a planear las vacaciones de verano con excesiva antelación, me habían convecido de visitar la Costa Brava. Sin dinero, el destino más cercano y bonito era, sin duda, alguna cala perdida de la Costa Brava.

Mi compañera Nuria me desvió del camino: "Los hoteles en Grecia son quizás tan caros como la Costa Brava", sentenció. Los exhorbitantes precios de hoteles en Begur y alrededores le dieron la razón. Acto seguido, comencé mi búsqueda exhaustiva de billetes-ganga (120,00 € ida y vuelta) y mi semana en la Costa Brava se transformó en un viaje en toda regla de 11 días por Atenas e Islas Griegas.
El 25 de Julio, a las 23:30 Hrs partí hacia Grecia...empezaba la aventura.

Barcelona/Atenas/Santorini

Cuando mi hermano me dice que soy la perfecta viajera "cazaofertas", saco barbilla y guiño un ojo. Pero lo que jamás le contaré será que, gracias a mi empeño en negar que los años pasan, el vuelo a Grecia, lejos de ser un super ofertón, fue una pequeña pesadilla. Como "buena" cazaofertas que soy, pillé un billete Barcelona/Atenas/Barcelona por 120 € (un gangón!), con conexión a Santorini por 40 €. Lo que no dije a nadie (ni siquiera a mi novio) era que el viaje comenzaba a las 23:30 Hrs del miércoles y terminaba en Santorini el jueves a las 7:00 am. Tenía un plan secreto que consistía en dormir en el avión pero gracias a una equivocación de la azafata, terminé en el "maldito" asiento del medio de la fila.
Afortunadamente los dos vuelos salieron puntuales.

Llegando a Santorini, y luego de memorizar el apartado de la guía Trotamundos sobre "Timos de taxistas", había decidido actuar con sagacidad e inteligencia. Sabía ya las tácticas infalibles de regateo (Tailandia e India son buenas escuelas) y no iba a permitir que me timaran. Con un inexplicable mal humor pregunté al taxista cuánto cobraba por llevarnos a Oia (Ía en griego). Con cara gentil y amplia sonrisa contestó una cifra muy por debajo de la esperada. Me sentí como una auténtica maleducada.
Luego de surcar una serpeteante y angosta carretera, pude al fin desapretar los puños, relajar el gesto y respirar profundamente, habíamos llegado a Oia.

Día 1- Oia: Fotografía perfecta

Oia no existe, estoy convenvida de que es un pequeño pueblo al que alguien colocó un espectacular "tapiz" del mar de fondo. Cuando llegas al pueblo descubres que las fotos que ves en catálogos de viajes ilustran a la perfección la belleza de su paisaje.

Eran las 7:30 de la mañana y ya algunos turistas salían a trotar. Había reservado habitación en una "pensión" y había accedido a pagar un extra de 30 € por tener la famosa "vista a la caldera". Creo que pernoctar en Oia y pagar 80 € por la fantástica habitación de la Pensión Defini, fue la decisión más sabia del viaje.

Oia es un oasis en el que las calles blancas hacen juego con el azul índigo del mar, en Oia se respira paz mezclada con el suave aroma del mar, el silencio hace honores al espectacular paisaje.

Luego de una larga cabezadita en la terraza del que ya era mi hotel, me dispuse a llamar (por segunda vez) a Rena. Me contestó el teléfono con voz dormida. "Llego en 15 minutos", dijo. Llegó 40 minutos más tarde y nos entregó la habitación pasadas 3 horas. Invertimos ese tiempo de recorrer las calles de este adorable pueblo. A las 9:00 am comenzaron a aparecer por la zona, hordas de turistas de cruceros desesperados por disfrutar del paisaje. Me sentí afortunada por no ser uno de ellos.

A las 11:00 am Rena nos mostró nuestra adorable habitación, con cocina y nevera y una espectacular vista. Juramos que desayunaríamos allí cada día, que cenaríamos a la luz de las velas, disfrutado del atardecer, en nuestra terraza...nunca lo hicimos.

Tan pronto nos recuperamos del "fantástico" vuelo-chollo, decidimos recorrer las calles de Oia. Pequeñas tiendas de souvenir, artesanía, alimentos y joyas llenaban los escaparates.

En este viaje, como en tantos otros, me había prometido llevar el itinerario con calma. Mi hiperquinesis no me lo permitió. A las 3:00 de la tarde me encontraba subida a una moto, con mapa y tips diversos en mano, dirigiéndome a Pirgos, pueblo al que, luego de ver Oia, no le encontré más encanto que el de un adorable señor que insistía en que paseara en su burro.
Visto Pirgos, decidimos disfrutar de una las actividades más placenteras: "catar" vinos. Había leído en diversos foros que en Santorini esto era bastante común. Me había elaborado una ruta del vino a medida que nos permitiría visitar (y beber) 3 bodegas y llegar ilesos de nuevo a Oia. La primera parada de la ruta fue Santo's winery, una cooperativa de distintos fabricantes de vino que te ofrece catar vinos por poco menos de 2 € en un fabuloso escenario. Muy recomendable las vistas, el vino no tanto.
Tomada la primera copa, seguimos, sin éxito, nuestra ruta en busca de una bodega "secreta" que jamás logramos localizar.
Cansados y sedientos, seguimos el camino hacia el Museo del Vino. Faltaba poco para las 5:00 pm (hora de cierre). Fuimos directos al bar. El amable hombre que además de servir el vino era el digno heredero del Imperio de Bodegas Koutsoyannopoulos, nos "sugirió" que visitáramos el museo y finalizaramos la ruta con una cata de 5 vinos, todo por la módica suma de 5 €. Pensamos: "hm, visita a cambio de vino? Trato hecho, menudo chollo!". El Museo explicaba la poco o nada interesante trayectoria de la familia Koutsoyannopoulos, como legendarios elaboradores de vino y una un poco menos aburrida historia sobre el proceso de obtención del vino en la áridas tierras de Santorini. Todo esto explicado por una audioguía y amenizado por muñecos de trapo que movían sus cuerpos y las telarañas de sus trajes, al ritmo de la música. En la corta visita sospechamos que la calidad del Museo sería directamente proporcional a la calidad del vino. No nos equivocamos.
Al salir de las bonitas cuevas en las que se esconde el Museo, se activó automáticamente la "música griega para turistas", y el Sr. Koutsoyannopoulos comenzó a servirnos pequeñas copas de vino, cada una peor que la otra, de amargo a dulce. Igualmente, creo que la experiencia valió la pena, me reí mucho, el bar es muy bonito, además, me enteré de los distintos tipos de prensa de vino que existen, conocimiento para mí inútil pero, al menos, curioso.

Medio borrachos, nos dirigimos a Fira, capital de la isla. La mala opinión que tenía de Fira, gracias a comentarios de amigos y conocidos, cambió radicalmente tan pronto llegué a la ciudad. Calles empedradas y empinadas, tiendas "in" de paredes muy blancas y una fabulosa vista de la Caldera. Recorriendo la calle "con vistas", me encontré con el bar Franco. "Sunset view and classical music". No pude resistirme a esta oferta. El Franco's, con hamacas blancas y camareros a juego, era hermoso, tentador y CARO! En Franco's, señores, bebí el vino más caro de toda mi vida (9 € la copa). ¿Me arrepiento? En lo absoluto, pude escuchar a Maria Callas viendo el sol caer tras el volcán y esto no tiene precio...al menos para mí.

Día 2: Beach tour!

Desperté con la relajante vista del mar azul ante mis ojos. Con el bañador puesto, me dispuse a desayunar en una de las preciosas terrazas en las que se ofrece desayuno completo por 7 €. Nuevamente, me embargaba esa agradable sensación de "quietud" que sólo he sentido en Oia.
Con estómagos llenos, nos dispusimos a iniciar nuestro primer "beach tour". Comenzamos dirigiéndonos hacia la Red Beach (Playa Roja). De entrada no veía ningún encanto a una playa de "arena" negra (soy caribeña y mi concepto de buena playa es mar azul y arena blanca). Una vez allí, me sentí mal por haber menospreciado semejante paisaje.

La Red Beach tiene miles de piedrecitas, negras, rojas, verdes, transparentes y un mar cristalino con todas las tonalidades de azul. Se llega luego de caminar unos 5 minutos por un estrecho y empinado sendero.

Es posible alquilar hamacas. Nadé un rato en el agua, admiré la impresionante roca volcánica en la cual se encuentra la playa y seguí la ruta.

Me dirigí hacia la playa de Agios Giorgios. De allí, una sola vía lleva a Perivolos y Perissa. Estas playas volcánicas, distintas a la Red Beach, cuentan con una arena gris y agradables bares con chill out en la playa, algunas interesantes (y caras) tiendas de artesanía y una variada oferta de deportes de agua.

El hambre me llevó a una de las tradicionales tabernas griegas con vista a la playa. Me comí un enorme plato griego por 7,90 €. No me pareció nada caro, considerando que son las Islas Griegas y las dimensiones del plato. Más o menos estos son los precios de los restaurantes de alrededor.De Perissa me dirigí a Kamari. Yo llegué en moto pero también existe la posiblidad de llegar tras un corto trayecto en barco.

La playa de Kamari es más o menos similar a la de Perissa, misma arena (y piedrecillas), mismo mar. Tiene un agradable paseo de hoteles con elegantes piscinas y restaurantes de cuidada estética. Eso sí, aquí todo es más caro que en Perissa. También de más catergoría.

De vuelta a Oia, me dirigí al final de la calle que lleva a las ruinas donde todos los turistas acuden a ver la puesta de sol. No me importó sentirme borrego por unos minutos. Ver cómo los matices de las casitas blancas y techos azules van vambiando a medida que se oculta el sol, es una maravillosa experiencia.

El tercer día en Santorini, decidimos quedarnos en Oia y disfrutar de la belleza de su paisaje, de su agua cristalina. Escondidas, se encuentran dos plataformas para bañistas con una que otra tumbona. Nosotros decidimos bajar el largo camino que lleva a una de ellas. Para quienes deseen acudir allí, llegar es sencillo. Sólo hay que tomar la escalera que baja desde el restaurate Skala y llegar hasta el final de las escaleras. Allí encontraréis algunos barcos y una maravillosa taberna donde comer calamares frescos, sardinas fritas y un buen vaso de vino, a tan sólo dos pasos del mar. El dueño es un gentil señor que luego de trabajar como marinero haciendo ruta hacia Bilbao, decidió retirarse y dedicarse a atender turistas en su taberna.

Alrededor de las 3:00 pm, llegan una docena de burros con sus dueños. Subir las empinadas escaleras a lomo del burro cuesta unos 4 ó 5 euros por persona y burro. Yo, por razones que no deseo ni recordar, decidí subir caminando. Todavía me arrepiento...

Para los que deseen conocer otra de las playas de Oia, existe la posibilidad de ir a la Bahía de Ammoudi o a la otra plataforma que hay en St Nicholas. Es muy sencillo llegar, está señalizado el camino hacia Ammoudi y los pueblerinos estarán encantados de dar indicaciones en caso de que os despisteis.

El final de agradable día de playa nos indicaba que debíamos tomar ya el bus hacia Fira para dirigirnos de allí al puerto. Era hora de despedirnos de Oia.

Tomar el bus parecía sencillo, sin embargo, no lo es. Lo más recomendable (aunque no lógico si estáis cerca de otra parada de bus) es dirigirse a la estación central y de allí coger el bus tan pronto llegue. Si no, corréis el riesgo de que el bus pase de largo y tengáis que esperar una media hora más.

En Fira es muy sencillo moverse. Si tenéis equipaje que guardar durante unas horas o días, en la agencia Pelican Travel podéis dejar las maletas por 1 ó 2 € por día.

Luego de dar algunas vueltas para terminar de ver Fira, tomamos el bus hacia el puerto. Lo recomendable es tomar el bus desde Fira 1 hora antes de la salida del Ferry, así evitareis problemas de última hora.

Nuestro barco partía a las 20:30 y tuvo un "ligero restraso" de una hora. No me importó, pude disfrutar del último atardecer en Santorini, esta vez desde el puerto.

Y resumiendo:

Santorini es una isla única, irrepetible, hermosa y agradable de visitar. Muy costosa y turística, sin embargo merece más de una visita. El paisaje sobrecoge, el ambiente enamora...volvería una y otra vez, con más dinero y tiempo.

Cómo llegar: En Ferry desde Fira el trayecto puede ser largo y tedioso. Recomiendo dar una ojeada con tiempo a las tarifas de Aegean Airlines y Olimpic Airlines. A veces viajar en avión cuesta lo mismo y es mucho más cómodo.

Dónde alojarse:

Quienes buscan fiesta: Alójense en Fira o Perivolos.

Quienes van en plan familiar y buscan buenos servicios: Alójense en Kamari

Quienes buscan paz: Oia

Yo buscaba paz.

A quienes se pregunten si pagar un poco más por tener vista vale la pena, mi respuesta es rotunda: sí. Para quienes se niegan a planificar alojamiento, en Oia será sencillo encontrar habitación. Para los que como yo, les gusta ir con el hotel concertado, recomendaría:

Pensión Delfini Villas: Certifico que vale MUCHO la pena.

Lauda Rooms: No tienen web. Reservas e información por teléfono: 0286.71204 & 71157

Katikies Hotel: Quien pueda permitírselo, realmente vale la pena. Lamenté no poder pagarlo.

Cómo moverse: En moto, sin duda es la opción más cómoda (alrededor de 16 € a 25 € por día, dependiendo del tipo de moto). En Quad, incómodo para vías pavimentadas, fabuloso para explorar los complicados caminos de tierra que llevan de un pueblo a otro, de una playa a otra.

Comer y beber:

En Oia:

Hornos: En las mañanas tienen pastas recién horneadas. Recuerdo haber visto 2 en Oia: uno cerca de la estación de bus y otro frente a la Pensión Delfini.

Lotza Restaurant: Fabuloso para desayunar disfrutando del paisaje. Desayunos completos por unos 7 ó 8 €.

Tabernas de Ammoudi: siguiendo el camino que lleva a Ammoudi, bajando las escaleras hacia la bahía, hay varias tabernas, muy bonitas y un poco menos caras que las que se encuentran en el centro del pueblo mirando a la Caldera.

Karma: Un restaurante al estilo asiático. Distinto a lo que se ve en Oia, pero igualmente precioso. Excelente servicio. Menos caro que el standar. Sin vistas

En Fira:

Katrin Gallery: cerca del teleférico, es muy fácil de reconocer. Tiene un atractivo mostrador donde se exhibe el pescado fresco y apetitosas verduras.

Franco's Bar: Atardecer con vista a la Caldera y Ópera...una delicia. Ojo, un Hang Martini= 17 €. Está en la vía que da al teleférico, cerca del puerto antiguo, frente al volcán.

Gyros: Los gyros son sin duda la opción más económica en una isla tan cara como Santorini. En Fira es sencillo encontrar donde comerlos, en Oia, un menos. En la Estación Central de Oia, está uno de los sitios donde es posible conseguirlos.

En Perivolos

En la calle que da a la playa, busca:
Adidas Bar (bar temático de Adidas), Taj Mahal Club (al estilo asiático, impresionante, con muebles, columpios y tumbonas)

Actividades:

Cata de Vino:

Santo's Winery: Llegando a Pyrgos.

Hotel Heliotopos: Para los amantes del vino con presupuesto un poco más abultado. Cata todos los martes. El precio es de 25 € por catar una variedad de vinos. Es necesario hacer reserva por adelantado. Hotel Heliotopos, Fiorestani. Tlf: +30 2286023670

Y si aún queréis más información, aquí encontraréis muchas más bodegas: http://winetourism.santorini.net/

Ojo al dato...

Es sencillo moverse por la isla: Sin duda, el mejor medio de transporte en la isla son las motos y los Quads. Con los Quads podrás explorar caminos sin asfaltar y acortar distancias entre un pueblo y otro. En los planos que gratuitamente encuentrareis en el Aeropuerto, generalmente se indican las vías no asfaltadas que puedes recorrer en Quad o a pie. La isla no es muy grande. Los pueblos más importantes están señalizados así que muy difícilmente os perderéis.

Habitaciones con cocina: Los studios o habitaciones con una pequeña cocina y nevera son muy comunes en todas las Islas Griegas. Se vais cortos de presupuesto, cocina en "casa" y cena en tu balcón con vistas. Luego invierte el dinero tomando copas o cocktails en uno de los preciosos bares de Oia o Fira.

Precios útiles:

Cerveza: Desde 4 € una Mythos
Vino: El más barato, 4,50 € la copa
Gyros: Desde 3,50 €
Primer plato en un restaurante standard: Mínimo 9 €
Segundo plato en un restaurante standard: Mínimo 16€
Cena completa en un restaurante standard: Mínimo 35 € por persona.
Alquiler de moto/Quad: Moto desde 15 € / Quad desde 25 € por día
Habitación doble, A/A con vista a la Caldera, cocina y nevera (alta estación): Desde 80 € por día

No debes perderte:Un atardecer en Oia, una ruta de cata de vinos, un buen chapuzón en Red Beach, una copa en uno de los bares de Perivolos, un paseo en moto por la isla, un apetitoso desayuno con vista a la Caldera.

Me quedo con: el impoluto pueblo de Oia, la embargadora sensación de paz que transmiten la brisa y el mar de Santorini. Me quedo con la sonrisa de cada uno de los griegos que amablemente se acercaron a hablarme, con la inolvidable mañana de playa en aquella taberna "sin nombre", justo donde paran veleros y barcos.

Ranking del viaje: 8/10

¿Volvería?:
Rotundamente, sí.


Se aceptan comentarios, dudas y quejas de todo tipo



14 de agosto de 2007

Mi mapa del Mundo

Caracas: Quizás el único interés que esta ciudad tenga para mí, es que nací y crecí allí. Aunque mi destino era nacer en París, mis padres decidieron que era mejor que viniera al mundo en la Venezuela de entonces, de economía boyante. De Caracas me quedo con mi Ávila frondoso, con los multitudinarios y eternos almuerzos/meriendas/cenas familiares de domingo en la Quinta Silesta, con mis mañanas de fin de semana escuchando Moustaki y Charles Aznavour.
Me quedo con mi familia, no pude tener una mejor.

Chichiriviche (Morrocoy): Recuerdo con especial amor a mis abuelos paternos. Juan Esteban y Deborah son sinónimos de Chichiriviche.
En Chichiriviche ví las primeras “garzas” de mi vida, construí mis primeros castillos de arena, me picó la primera medusa.
Me quedo con esos intensos días de playa en Cayo Sal, con las manos de mi abuela Deborah untándome crema Nivea en la espalda, con las fiebres de insolación de mi hermano Leo.

París, siempre París: Literalmente, me engendraron en París. Desde que salí de allí, siempre termino volviendo. He visto París niña y adulta.
Me quedo con las mañanas de fin de semana disfrutando con mi petite bateau en los Jardines de Luxemburgo, con los petite suisse de cada mañana, con los mimos de la conserje española del edificio, con los días de verano junto a mi papá en su piso en Montparnasse y los subsiguientes desayunos de baguette con mantequilla sin sal (hmmm); con las calles empedradas de Saint Michel.

Moscú: Puf! Moscú. Mi vida se divide en antes y después de Moscú. El viaje de mi mamá y mi hermano allí supuso nuestra separación pero también el reencuentro. Descubrí el Moscú comunista a los 7 años y el Moscú post comunismo a los 28. De Moscú, me quedo con los desayunos de huevos con caviar (era lo único que mi mamá sabía decir en ruso), con el abrazo desesperado de mi mamá al reencontrarnos, con la rosa roja medio marchita y el enorme peluche de la Osa Mishka con los que Leo me recibió, con los conciertos de música clásica en las bocas del Metro, con mi reencuentro con La Plaza Roja, 20 años después.

Lecco y el descubrimiento de Italia: Lecco, pueblo diminuto y adorable, a orillas del Lago de Como. Esta vez no hay separaciones. Todos nos trasladamos a Lecco.
Me quedo con el hermoso lago, las copiosas cenas en La Vechia Lecco, con las comidas con mi papá en Da Brunilda, junto a aquel “loco del pueblo” que peleaba con un reloj impuntual que marcaba la 1 cuando eran las 3. Me quedo con nuestros viajes en Pomponio, la carcachita roja, de 4 ruedas, que nos permitió descubrir Italia.

Barcelona: Mi ya no tan nuevo hogar. Vine a estudiar y nunca quise dejarla. Barcelona sólo me ha dado buenos momentos, me ha hecho adulta y me ha abierto las puertas del mundo. Me quedo con mis primeras copas de cava en La Champañería, con mis noches eternas de fin de semana en El Rabipelao, junto a mis buenos amigos Carlos, Paco y Andreína, Me quedo con Gracia, toda ella, al completo; me quedo con los cafés y las tertulias con Gianna, con mis Navidades en familia, con Betto, con mis comidas de domingo en casa de Leo y Emilys, con mis borracheras con "Tamarindo", con Jordi, con él y con mi nueva vida.

India: Fue mucho más que un viaje. Mi encuentro a solas con India supuso la superación de miedos e inseguridades. Sobre todo me hizo crecer.
De India, me quedo con la imagen de Ramesh, que con su super taxi, siempre blanco, siempre reluciente, me ayudó a descubrir Agra, Jaipur y cualquier poblado que existe en medio. Me quedo con Goa, con los días en Anjuna, con la agradable brisa y el atardecer en la playa de Arambol, con las eternas ganas de volver...




Lo de antes y lo de después
Cómo nace un viaje

“Lo mejor de los viajes es lo de antes y lo de después”, decía el escritor belga Maurice Maeterlinck. Pocos entienden el placer que me produce preparar un viaje. Desde la elección de un destino hasta la búsqueda de hotel, billetes, etc. es para mí una auténtica aventura.

He aquí, "lo de antes" de un viaje.

¿Cómo comenzar? Cada viajero, a lo largo de los años, va desarrollando una técnica para organizar su viaje. A continuación, les comento la mía.

Eligiendo destino: este paso, que es básico, es quizás el más complicado precisamente por lo sencillo que parece. No se trata de coger el mapamundi y colocar el dedo al azar sobre un país, tampoco de mirar un catálogo o escuchar comentarios de algún amigo y acto seguido, comprar el billete. Primero que nada, hay que auto contestarse las siguientes interrogantes:

1) Qué experiencia quiero vivir? Quiero relajarme? Quiero aventura? Quiero ver templos y museos? Lo importantes es ser honestos. Si en algún momento de la vida no nos interesa la cultura, no debemos avergonzarnos. Recuerden, los viajes son para disfrutar no para demostrar.

2) Cuánto quiero gastar? No sólo se refiere al costo del billete y del hotel. Probablemente salga muy bien de precio un billete y, con suerte, un hotel en Londres pero, cuánto nos gastaremos en comida, en transporte?

3) Cuándo quiero (puedo) viajar? Indispensable saberlo. Goa en verano está tirado de precio pero las fuertes lluvias de Agosto impiden salir del hotel. No por casualidad las guías de viaje tienen un apartado especialmente dedicado a la mejor época del año para visitar cada destino.

Planeando el viaje

Y qué haré en el destino? Lo confieso, por muy viajera independiente que me considere, necesito tener buena parte del viaje planificado. No puedo embarcar rumbo a Tailandia sin antes saber qué quiero visitar. El tiempo, mientras viajo, es sumamente valioso. Prefiero gastar unos pocos euros más en lugar de pasar horas con una mochila enorme y pesada buscando hotel.

¿Cómo elegir dónde ir?

Sencillo. El primer paso consiste en recopilar la mayor cantidad de información posible por medio de guías, foros y, muy importante, fotografías.

Guía de viajes, mapa, fotos y foros: Este es para mí, el primer paso a seguir, una vez que he elegido destino. Mis favoritas son la Rough Guide (difícil de conseguir) y Lonely Planet. A mi las guías me sirven, sobre todo, al inicio de un viaje. Viendo el mapa del país/ciudad, estudiando muy bien cómo llegar de una ciudad a otra, el medio de transporte más recomendable para moverse dentro de la ciudad y el país. Es importante contar con una buena guía, donde se hable de aspectos imprescindibles de cada destino que vayan más allá de una somera explicación. Si viajo con niños, probablemente no quiera ir de vacaciones donde los adolescentes van de marcha, por ejemplo.

Las fotografías me ayudan siempre a decidir dónde ir. Quizás sea una manía y algunos lo consideren poco importante pero me gusta “ver” para decidir. Esta especie de “tortura” pre viaje me motiva e ilusiona. Los foros son también herramienta imprescindible en mi planificación de viaje. Obviamente, hay que saber muy bien a cual foro acudir. Lo importante es encontrar uno en el que compartas intereses/aficiones con los participantes. Lamentablemente, en español no conozco ninguno realmente útil. Mi segunda casa en “Internet”, es una maravillosa comunidad de viajeros virtuales llamada Virtual Tourist. El foro es de los mejores que he encontrado.

Eligiendo hotel: No es que me guste tener todo un viaje calculado pues creo que esto le quita valor. Sin embargo, para viajes cortos me resulta básico elegir un buen hotel. La premisa a seguir es: un hotel céntrico, que ofrezca buena relación calidad/precio, lo más cerca posible de las atracciones a visitar o de la vida nocturna. Normalmente, prefiero pagar un poco más y poder llegar caminando a los sitios de interés. Obviamente, no en todos los destinos es posible llegar a pié a las atracciones pero en muchas ciudades en las que monumentos y museos están en un radio muy corto, resulta absurdo alojarse en un sitio cercano a una estación de Metro.

Los foros y los comentarios de usuarios que ya hayan visitado hoteles me resultan hoy imprescindibles para elegir alojamiento. Por norma general reviso las críticas de usuarios de Venere.com, Asiarooms.com, Tripadvisor.com.
Haciendo la maleta: Soy siempre partidaria de llevar la menor cantidad de equipaje posible. Enseñanza de mi padre: intenta siempre llevar sólo equipaje de mano y si es imposible, entonces mete en la mochila todo aquello que te dolería perder si extravían la maleta. Quizás gracias a este sabio consejo jamás se me han arruinado unas vacaciones.
Dentro de los artículos indispensables a llevar me pregunto si la guía de viaje debe estar incluida? Luego de cargar toda una vida con unos cuantos gramos de peso extra, he decidido que a partir de ahora, la guía se queda en casa. Indispensable para planear un viaje, la guía se transforme en un estorbo durante los viajes. Consejo: fotocopiar lo más importante.

Llegada a destino: ¿Cómo me trasladaré del aeropuerto a la ciudad de destino? Parece sencillo, ¿no? Muchos imaginan que en cualquier destino resulta fácil. Error, por ejemplo, si llegamos a altas horas de la madrugada al puerto de Atenas, nos veremos obligados a pagar un taxi o esperar durante horas un bus. Si por despiste o porque creemos que resulta más económico volamos con Ryanair a algún aeropuerto que llaman “secundario”, probablemente nos resulte costoso y largo el camino Apto/Ciudad.

Otro detalle que merece ser considerado, es el cambio de divisas. No en todos los aeropuerto del mundo las casas de cambio de moneda trabajan 24 Horas. Conviene llevar algo de cambio.

13 de agosto de 2007

Comencemos...

De París a Barcelona
Viajo desde que existo

Mis recuerdos están organizados por destinos. Los viajes son, sin duda, protagonistas de mi vida. Viajo para disfrutar, viajo para aprender, para relajarme, para huir, para regresar, para admirar, para sentir que vivo la vida. Me siento afortunada por ser una de esas que disfruta el antes, el durante y, sobre todo, el después de un viaje. Parto a cada destino cargada de ilusiones, regreso con mil memorias. Viajé durante mi niñez, de adolescente y hoy no encuentro mejor manera de invertir mi energía, tiempo y dinero.

Viajes, míos y de otros

Crecí viendo diapositivas maltratadas ya por el tiempo de las rutas de mis padres por Europa y Africa. Me cuentan que me engendraron en París pero, por amor a Venezuela, volé cuando aún no pensaba nacer de regreso a la que hoy es mi tierra de origen.

Otro viaje "de estudios", hizo que regresara de niña a París.
Las fotografías certifican que fue allí cuando comencé a viajar en coche y tren. Vagamente recuerdo que caminé por el Mont Saint Michel.

La vida quiso que mi hermano y mi madre, por razones que los lectores de este blog conocerán, viajaran una y otra vez a Moscú. Estuve (y me perdí) en Moscú cuando contaba con 7 años. Este viaje significó el reencuentro con mi mamá y mi hermanito (cuando aún era chiquito), luego de una eterna de separación. Nuestro gran reencuentro fue celebrado con un viaje a España. Recuerdo que comí queso manchego en La Mancha, que imaginaba a Don Quijote luchando con los molinos, que me enamoré de La Alhambra.

Mi padre, puede también contar su historia en viajes. Queriendo o no, se ha pasado la vida viajando. Viajé a verle no se ya cuantas veces de Caracas a París. Aún recuerdo aquellos días en el piso de Montparnasse, lo que me enriquecía estar cerca de mi papá. Hoy cuento los días para repetir la experiencia, esta vez volando de Barcelona a Miami.

Los viajes siguieron separándome y reencontrándome con mi familia una y otra vez, hasta el día de hoy.

En 1999 emprendí el que, sin duda, sería el viaje más importante de mi vida. Comenzaba mi vida en Barcelona, una apasionante aventura que, de momento, no tiene fecha de fin.